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martes, 28 de septiembre de 2010


Por lo bajo de las aguas del camino oscuro un pez nada abriéndose paso por las ramas y hojas que caen de los árboles, que se desarman en otoño cuando las aves con sus garras se posan en las ramas secas llenas de termitas que se comen el tronco en el que viven aves, gusanos y otros bichos que son comidos por culebreas húmedas que hacen sus cuevas en la tierra, donde depositan sus huevos que en gran parte son comidos por los zorros rojos atacados por los perros, guiados por los hombres, arriba de un caballo cansado y viejo que un día cuando muera será comido por los buitres y estos a su vez por otros buitres y sus huesos se llenarán de gusanos que se arrastran a lo húmedo de los árboles con ramas secas bajo el cual hay un río con agua oscura, donde un pez nada entre ramas y hojas en otoño.

domingo, 26 de septiembre de 2010


TOUR

Raspa las rocas cordilleranas el rayo rápido y rojo del amanecer, desaparece del cielo la ultima estrella, no me importa su nombre, no me interesa su ciencia, y cuando mas pienso en esto, mas completo se ve el circulo amarillo en el cielo quemando los techos.
Camino por las avenidas sordas y mudas y ruidosas, por que ya no habla si no la máquina, el palmoteo constante e incesante del negro y liquido corazón del capital, por esas avenidas transito, por las que tenían árboles que silbaban cuando el viento aun estaba aquí.
Me dirijo presuroso en la equina carrera que no se puede evitar, que nos suma en su digestión, y creo que recién voy en su esófago a mi destino rutinario e inevitable. La puerta es grande, y una boca grande con ojos grandes y cejas grandes me dice "miasmas" como si el sonido viniera de las paredes o del suelo o del techo o de mi estomago, pero no estoy tan seguro de que dijo eso, las secretarias de ojos caballunos no me responden la mirada de interrogación, tienes sus siete ojos puestos en las conexiones de los cables de teléfonos , telégrafos , Internet, telegramas, cartas, faxes y maquinas de escribir que sus nueve brazos controlan, con una velocidad que solo un pulpo puede entregar, burocráticamente recepcionan, comen, se maquillan, alcahuetean y disparan migas de pan por sus rojas bocas, despachan encargos de pisos superiores... "pulcra maquina", esa frase cruza por mi mente meteórica llena de gases en fusión, CRUZA por mi cabeza, yo no puedo pensar, no debo, aquí no.
Camino 66 grados al norte, seis pasos y 3,14 y algo partes de uno, y algo partes de uno y algo partes de uno, y algo, algo si, por que no estamos mecanizados, no estamos mecanizados, no estamos mecanizados.
Dedo índice-botón rojo elevador ascendente, izquierda.
Bajan en el descensor descendente derecho los orangutanes comiendo papas calientes, emiten ruidos de producción numérica y entregan papeles de papel bursátil, el mas alto de ellos agita sus canas, su cabeza, sus labios y su baba llega a mi boca y me dice: "coma", se alejan trepando las paredes... "tilín", llegó el elevador.
Ranas, tiburones y uno que otro ratón de alcantarillas gritan por sobre mis sienes asfixiados por los nudos de las corbatas , el botones sonríe con una risa congelada de dolor y dice: "¿piso?", el ultimo, y miro como su artritis presiona los números y cierra las rejas , no se si fui yo quien contestó.
Subimos, subimos, subimos y el aire falta, la piel suda, 74º C, nuestro sudor salado comienza a hervir, nuestro sudor de café que nos mantiene con ojos rojos, veo drogado por el aire que me lamen la piel los tiburones , no se quieren dormir, me lamen la piel y me aprietan la corbata, "tilín", la voz seca del botones dice "el ultimo".
Unpasootropaso-unpasootropaso-unpasootropaso-unpasootropaso, fin de la azotea, cielo raso y avenidas grises, hormigas motorizadas y prisa, prisa, prisa por doquier, invierno próximo, ganas... muy pocas, pies que tambalean, tambalearon... tambalearon y avenidas cada vez mas cerca, mas... mas... mas.. y mas, y luego... otra mancha mas en el pavimento.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Fulgor

Fulgor
Por Felipe Alegría

Arde rojo, poco le queda, sopla el viento y se mueve en su dirección roja tiñendo negro todo lo que toca, fulgor desesperado, partícula rota, no permite que en la tierra quede una sola hoja, y se apaga de poco, crepitando solemne y yo le doy vida y prende... prende! en tanto la madera, seca desde dentro se resiste y se quema, lento, lento, ay! esplendor, ay poderosa llama, eres como el amor, que desnuda y calla? que si tienes al viento se aviva tu llama y si le doy mi aliento ella ama, me ama, ustedes se parecen, una de fuego es llama, poderosa es la flama, pero ahora que lo pienso, no difieren en nada ¿es el amor un fuego que enciende el alma?, mejor no pensar en eso, mejor no pensar en nada, creo que vi un lucero, ¿o es eco de tu mirada?, quizás es solo el fuego, que entibia esta noche helada.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Como de costumbre
Por Felipe Alegría



Bebió la cerveza helada y con limón, le pareció más amarga que de costumbre y de no ser por que tenía mucha sed no la habría bebido. Era un vaso largo y transparente, le pareció más largo que de costumbre, y más transparente que de costumbre, pero lo había tomado del mismo mueble donde acostumbra dejarlo, por ende era el mismo, o uno de los mismos, este mueble estaba al lado del refrigerador de donde sacó la cerveza, la que estaba –o así lo creyó- más helada que de costumbre. Como de costumbre tomó el vaso y cogió una de las botellas del refrigerador, una de esas que acostumbra comprar, ni tan caras, ni tan baratas, tenia sus manías, era un hombre de costumbres; inclinó el vaso y se sirvió y bebió -todo después del riguroso proceso con que acostumbra a servir la cerveza, que partía con inclinar en ciertos grados el vaso, dejar caer en cierta parte el primer chorro de cerveza y cuando la botella esté media llena comenzar a enderezarla, por lo general a la mitad del vaso, hasta que la espuma quede al ras, luego le añadía una tajada de limón, la espuma caía y nada más quedaba un vaso con cerveza y limón, una botella vacía y una tarea realizada con una rigurosidad matemática- bebió y bebió como si fuese el más grande manjar, con la sed de un hombre del desierto y con las ansias de un adolescente frente la bebida que se venia.
Se sentó en una silla, en una sala oscura frente a la ventana que daba a un potrero donde, cuando caía un rayo o estallaba un relámpago, podía ver los campos donde más allá se levantaba un granero, un silo de cemento, cónico, la veía por un segundo o menos y luego desaparecía hasta los próximos minutos -a veces segundos- cuando por suerte se presentase otro haz de luz, para ver el silo, el campo y una cortina de gotas brillantes, por un segundo o menos, luego, mientras bebía cerveza, pensaba en como las lluvias tropicales producían ese calor y esa lluvia a la vez, solía sentarse frente a esa ventana y escuchaba la lluvia, los truenos y el crepitar en el techo y la tierra, no le parecía música, más bien le molestaba un poco, vivía solo y trabajaba todo el verano con la cosecha de una u otra cosa, siempre grano, trabaja mucho y ganaba bien, durante el resto del año vendía semillas de la misma cosecha o un poco de años anteriores, siempre quedaba algo, con eso le daba para vivir, era de noche y creyó que era hora de dormir, así dejó la botella vacía junto a las demás, el vaso lavado, secado y guardado, cerró cortinas, trabó puertas, se desnudó y durmió.
Al otro día se levantó, desayunó, hizo algunos quehaceres tomó la camioneta y se fue al centro, abrió la tienda de semillas, cerró la cortina metálica, el día ya se fue, vendió poco, pero eso bastaba, pasó por unas cervezas y llegó a casa, era un día nublado y lo más probable era una tormenta como la de la noche anterior, así que cuando llegó a su casa, guardó algunos sacos que había puesto a secar, creyendo –como los otros días- que habría un día despejado y caluroso, eso le dio sed, así que sacó un vaso y una cerveza, la inclinó sobre el primero y la sirvió de manera ceremonial, luego pasó a la sala y miró los segundos luminosos de su propiedad, gracias a la tormenta, para pensar en las lluvias tropicales, era de noche y creyó que era hora de dormir, así dejó la botella vacía junto a las demás, el vaso lavado, secado y guardado, cerró cortinas, trabó puertas, se desnudó y durmió.
Al otro día se levantó, desayunó, hizo algunos quehaceres y fue a la camioneta, pero pensó que estaba bien si no iba a trabajar, se quedó en casa y arregló algunas cosas, el silo tenia unas fugas, las encementó, sacó el barro de las puertas, mientras aún caía un poco de agua y pensó que estaría bien tener un perro que lo acompañara, o un gato, no había visto que llegaron más ratones que otros años, trabajó todo el día hasta entrada la noche, eso le dio sed, así que sacó un vaso y una cerveza, la inclinó sobre el primero y la sirvió de manera ceremonial, luego pasó a la sala y miró los segundos luminosos de su propiedad, gracias a la tormenta, para pensar en las lluvias tropicales, era de noche y creyó que era hora de dormir, así dejó la botella vacía junto a las demás, el vaso lavado, secado y guardado, cerró cortinas, trabó puertas, se desnudó y durmió.
Al otro día se levantó, desayunó, hizo algunos quehaceres y fue a la camioneta, pero pensó que estaba bien si no iba a trabajar, se quedó en casa y pensó que estaba bien si no hacia ningún arreglo, así que leyó incesantemente todo el día, no había comido ni bebido nada, eso le dio sed, así que sacó un vaso y una cerveza, la inclinó sobre el primero y la sirvió de manera ceremonial, luego pasó a la sala y miró los segundos luminosos de su propiedad, gracias a la tormenta, para pensar en las lluvias tropicales, era de noche y creyó que era hora de dormir, así dejó la botella vacía junto a las demás, el vaso lavado, secado y guardado, cerró cortinas, trabó puertas, se desnudó y durmió.
Al otro día se levantó, se vistió, se quedó en su cuarto unos minutos y pensó que estaba bien si no desayunaba, es más, pensó que estaba bien si no se levantaba ni hacia lo quehaceres ni arreglaba las cosas ni iba a la camioneta ni vendía semillas ni pensaba en un perro… al cabo de unos segundos eso le dio sed, así que sacó un vaso y una cerveza, la inclinó sobre el primero y la sirvió de manera ceremonial, luego pasó a la sala y miró todo el día luminoso de su propiedad, no por la tormenta, más bien por el sol sobre las nubes y que se colaba de vez en cuando entre estas, para pensar en las lluvias tropicales, era de día y creyó que era hora de dormir, así dejó la botella vacía junto a las demás, el vaso lavado, secado y guardado, cerró cortinas, trabó puertas, se desnudó y durmió.
Un día ya no se levantó, de hecho pensó que estaba bien, no hizo nada más que estar en su cama y pensar, pensar en semillas, perros, quehaceres, desayuno, silos, tormentas tropicales, pero nada le dio sed.
Un día ya no se levantó, pensó en no hacerlo y creyó que estaba bien.
Un día ya no se levantó, de hecho, ya no pensó en hacerlo, ya no pensaba nada.